El término libertad forma parte del lenguaje cotidiano, en relación con el movimiento y la posibilidad de acción sin obstáculos.
En ese sentido, la libertad puede aplicarse en diferentes contextos, no necesariamente restringidos al ser humano, ya que son tan libres las aves como los caballos y los peces.
La palabra albedrío, en cambio, se refiere a la libertad de elección en forma consciente y reflexiva.
Derivada del término en latín arbitrium, de arbiter o «juez», el libre albedrío es la capacidad de actuar con autonomía, según la propia voluntad.
La capacidad de acción o de movimiento puede o no tenerse, pero también puede tenerse y no ser ejercida.
A diferencia del término libertad, la expresión libre albedrío es de uso menos frecuente, y sólo compete a los seres humanos, ya que es una cualidad que nos identifica como tales.
Aunque atribuyamos libertad a los animales no humanos, no por eso decimos que ellos tienen libre albedrío, o libre voluntad de elección.
Según dijo Aristóteles, antiguo filósofo griego, «El hombre es un animal racional«, el único animal con capacidad de reflexión y autoconciencia, siendo el intelecto lo que nos diferencia de los animales.
Mientras la libertad de acción es la capacidad para actuar, el libre albedrío es la capacidad para decidir. Por eso afirmamos que su complejidad es mucho mayor a la simple libertad de movimiento, porque tiene implicancias y connotaciones éticas.
El libre albedrío es una capacidad de orden superior, porque presupone otras capacidades como la imaginación, la fantasía, la representación de posibilidades, el discernimiento acerca de las consecuencias de cada elección, el dominio del lenguaje, el uso de un marco conceptual, la noción de contexto, el conocimiento ético, entre tantas otras.
La importancia del libre albedrío se origina, entre otras cosas, en su relación con la responsabilidad moral.
Hay que distinguir dos requisitos necesarios para el ejercicio del libre albedrío: la autodeterminación y las posibilidades alternativas.
Es decir que ninguna acción es libre si es involuntaria o si carece de intencionalidad. Como tampoco lo es aquella acción para la que no tenemos otras alternativas (como respirar, es inevitable hacerlo).
El principio de libre albedrío tiene implicancias jurídicas, en relación a la responsabilidad por la actitud de dolo ante un delito.
Según el derecho penal, el libre albedrío sirve de fundamento legal para castigo y sanción de los delincuentes, puesto que si alguien decidió hacer el mal, también eligió aceptar la pena correspondiente a ese delito.
El libre albedrío tiene también implicancias científicas, religiosas, éticas y psicológicas, ya que las personas tienen la capacidad y voluntad de optar entre varias alternativas que pueden o no ser de contenido ético.
Si somos libres para elegir y decidir con autonomía en nuestra sociedad, tenemos directa responsabilidad sobre aquello que elegimos.
El albedrío es un privilegio que nuestro Creador nos ha dado para actuar por nosotros mismos, tomando nuestros propios caminos y eligiendo nuestro plan de vida.
Por ello el libre albedrío es esencial en el plan de salvación de Dios, en el que tenemos la libertad para escoger el regalo de la vida eterna, a través de la fe en Jesucristo.
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"La Importancia del Libre Albedrío: Decisiones, Responsabilidad y Autonomía". En: De Significados. Disponible en: https://designificados.com/importancia-libre-albedrio/ Consultado: 3 de diciembre de 2024.
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